domingo, 29 de enero de 2012

Cómo suecos y noruegos acabaron con el poder del 1%

Cómo suecos y noruegos acabaron con el poder del 1% (los superricos), por George Lakey.

Una marcha en Ådalen, Suecia en 1931

Mientras que muchos de nosotros luchamos para que el movimiento Occupy tenga un impacto duradero, es fundamental conocer el ejemplo de países donde las masas consiguieron un alto grado de democracia y justicia, sin violencia. Suecia y Noruega, por ejemplo, experimentaron un fuerte cambio en el poder durante los años 30, después de una prolongada lucha no violenta. "Echaron" al 1% que ponía las reglas en la sociedad y crearon las bases de algo diferente.

Ambos países tienen una historia de pobreza terribles. Cuando el 1% mandaba, cientos de miles de personas tuvieron que emigrar para no morir de hambre. Bajo el liderazgo de la clase obrera, sin embargo, ambos países construyeron economías sólidas y exitosas, generalizaron la educación universitaria gratuita, eliminaron los barrios marginales, pusieron una excelente atención médica a disposición de todos, como una cuestión de derecho, y crearon un sistema de pleno empleo. A diferencia de los noruegos, los suecos no encontraron petróleo, pero eso no les impidió la construcción de una sociedad, a la que en el último nº de "CIA World Factbook" se refieren como "de un nivel de vida envidiable".

Ningún país es una utopía, como bien saben los lectores de los libros de novela negra del inspector Kurt Wallender (fabulosos, por cierto, M.M.), los de Stieg Larsson o los de Jo Nesbro. Críticos de izquierdas como tales autores, tratan de impulsar todavía más, a Suecia y Noruega, en la dirección de sociedades más plenamente justas.

Cuando llegué a Noruega por primera vez, en 1959, como estudiante activista estadounidense que aprendió algo de su lengua y su cultura, los logros sociales que encontré me sorprendieron. Recuerdo, por ejemplo, andar en bicicleta durante horas a través de una pequeña ciudad industrial, buscando en vano una vivienda por debajo del nivel standard. Al principio, resistiéndome a las evidencias, lo atribuí a que se trata de un "país pequeño", homogéneo", con "un consenso de valores". Finalmente renuncié a imponerme marcos sobre estos países y aprendí la verdadera razón: su propia historia.

Aprendí que los suecos y los noruegos pagaron un alto precio por su actual nivel de vida, mediante la lucha no violenta. Hubo un tiempo en el que los trabajadores escandinavos no tenían esperanza de que las elecciones pudieran cambiar las cosas. Se dieron cuenta de que mientras el 1% siguiese en el poder, la "democracia" electoral establecida jugaba en su contra. Así que no había otra forma de cambiar las estructuras del poder que la acción directa no violenta.

En ambos países, las tropas fueron llamadas a defender al 1%, y muchas personas murieron. El galardonado cineasta sueco Bo Widerberg contó la historia de Suecia vívidamente en Ådalen 31, que representa a los huelguistas asesinados en 1931 y las chispas de una huelga general en todo el país. (Puede leerse más sobre este caso en una entrada de Max Rennebohm en la Base de Datos Global de Acción No Violenta).

A los noruegos les costó mucho organizar un movimiento popular de cohesión porque su escasa población de tres millones se extendía a lo largo de un territorio del tamaño de Gran Bretaña. La gente estaba separada por montañas y fiordos, y hablaban dialectos regionales en valles aislados. En el siglo XIX, Noruega era gobernada por Dinamarca y Suecia, y se les consideraba "el país de los palurdos". No fue sino hasta 1905 que Noruega finalmente consiguió su independencia.

Cuando los trabajadores formaron sindicatos a principios del S. XX, por lo general se hicieron marxistas y organizaron la revolución. Celebraron el derrocamiento del zar en Rusia, y el Partido Laborista Noruego se unió a la Internacional Comunista, organizada por Lenin. Los Laboristas, sin embargo, no se quedaron mucho tiempo. Una forma en que la mayoría de los noruegos se separó de la estrategia leninista estaba en el papel de la violencia: los noruegos querían ganar su revolución a través de la lucha colectiva no violenta, mediante el establecimiento de cooperativas y elecciones democráticas.

Las huelgas de los años 20 se hicieron más intensas. La ciudad de Hammerfest formó una comuna en 1921, dirigida por consejos de trabajadores, y el ejército intervino para aplastarla. Los trabajadores se dispusieron a una huelga general a nivel nacional. Los empresarios, respaldados por el Estado, rechazaron la huelga, pero los trabajadores estallaron de nuevo en lo que se conoció como “la huelga de los herreros” de 1923-1924.

La clase dominante noruega (el 1%) decidió no confiar simplemente en el ejército, y en 1926 se formó un movimiento social llamado la Liga Patriótica, reclutado principalmente de la clase media. Por la década de 1930, la Liga incluía alrededor de 100.000 personas para la protección armada de los rompehuelgas, ¡en un país de sólo 3 millones!

El Partido Laborista, mientras tanto, abrió su afilizción a cualquier persona, estuviera o no en un sindicato, y tanto marxistas como reformistas de clase media, así como muchos granjeros y pequeños propietarios se unieron al Partido laborista. Sus líderes entendieron que en una lucha prolongada, se necesitaba la constante difusión y organización de una campaña no violenta. En medio de una creciente polarización, los trabajadores Noruegos pusieron en marcha una nueva ola de huelgas y boicots en 1928.

La depresión tocó fondo en 1931. Había más paro allí que en cualquier otro país nórdico. A diferencia de los EE.UU., el movimiento sindical noruego mantuvo afiliados a los que se quedaron sin trabajo, a pesar de que no podía pagar las cuotas. Esta decisión dio sus frutos en movilizaciones masivas. Cuando la federación de empresarios bloqueó a los empleados fuera de las fábricas para tratar de forzar una reducción de los salarios, los trabajadores se defendieron con manifestaciones masivas.

Muchas personas se encontraron con que sus hipotecas estaban en peligro (¿os suena familiar?). La depresión continuó, y los agricultores no pudieron seguir el ritmo de pago de sus deudas. Como la turbulencia afectó al sector rural, la multitud se congregaba de forma no violenta para evitar el desalojo de las familias de sus granjas (¿os suena?, M.M.). El Partido Agrario, que incluía a los grandes agricultores, y que había sido aliado del Partido Conservador, comenzó a distanciarse del 1%, y algunos pudieron ver que el dominio de unos pocos sobre el resto se tambaleaba.

En 1935 (pensad en lo que estaba pasando en España, M.M.), Noruega estuvo a punto. El gobierno conservador estaba perdiendo legitimidad día a día, el 1% se desesperaba cada vez más, al ver que la militancia crecía entre los trabajadores y agricultores. Los más radicales pensaban que una completa destrucción podría llegar en apenas un par de años. Sin embargo, la miseria de los pobres se hacía más urgente cada día, y el Partido Laborista sentía la presión creciente de sus miembros para aliviar su sufrimiento, lo que podría hacer sólo si se hacía cargo del gobierno en un acuerdo de compromiso con el otro lado.

Así lo hizo. En un acuerdo que permitía a los propietarios reservarse el derecho a poseer y administrar sus empresas (renunciando al comunismo, M.M), los laboristas tomaron las riendas del gobierno en 1935, en coalición con el Partido Agrario. Expandieron la economía y pusieron en marcha toda una serie de proyectos de obras públicas para alcanzar una política de pleno empleo, que se convirtió en la piedra angular de la política económica de Noruega. El éxito de los laboristas y la militancia permanente de los trabajadores permitió avances constantes en contra de los privilegios del 1%, hasta el punto de que el “interés público” (no sé bien cómo traducir esto) tomó una participación mayoritaria en todas las grandes empresas (Hay una entrada sobre esto en la Base de Datos Global de Acción No Violenta).

El 1% perdió así su poder histórico de dominio sobre la economía y la sociedad. No fue hasta tres décadas más tarde, que los conservadores pudieron volver al gobierno (en coalición), pero por entonces ya aceptaba las nuevas reglas del juego, incluyendo un alto grado de propiedad pública de los medios de producción, una fiscalidad muy progresiva, una fuerte regulación de las empresas para el bien público y la virtual abolición de la pobreza. Cuando los conservadores finalmente se acercaron a políticas neoliberales, la economía generó una burbuja y se dirigió hacia el desastre (¿os suena familiar?).

Los laboristas intervinieron, se apoderaron de los tres bancos más grandes, despidieron a los altos directivos, dejaron a los accionistas sin un centavo y se negaron a sacar de apuros a cualquiera de los bancos más pequeños (yo no sabía que los noruegos hubieran hecho esto, M.M.). El bien purgado y sólido sector financiero Noruego, cuidadosamente regulado, y con buena parte de propiedad pública, no se tambaleó en la crisis de 2008, como en otros países.

Aunque puede que los noruegos no te lo cuenten la primera vez que te encuentras con ellos, el hecho es que el alto grado de libertad y prosperidad de toda su sociedad se inició cuando los trabajadores y los agricultores, junto con sus aliados de clase media, llevaron a cabo una lucha no violenta que dio poder a la gente gobernar para el bien común.



George Lakey es profesor visitante en el Swarthmore College y cuáquero. Ha dirigido 1500 workshops en los cinco continentes, y dirigido proyectos activistas a nivel local, nacional e internacional. Entre otros muchos libros y artículos, es autor de "Strategizing for a Living Resolution" en el libro de David Solnit ("Globalize Liberation") (Publicado por City Lights, 2004). Su primer arresto fue en una sentada por los derechos civiles y el más reciente fue con el equipo Earth Quaker Action Team, mientras protestaban por la eliminación de minas de carbón a cielo abierto.


Traducción por Manuel Mendoza
Original: https://www.commondreams.org/view/2012/01/26-3